El campo de las interfaces humano-máquina ha experimentado un fuerte impulso en los últimos tiempos debido a la madurez que han adquirido tecnologías como el procesado de imágenes, procesado de voz o procesado de la información proveniente de diversos sensores, como acelómetros. Dicha madurez se ha reflejado en la aparición de productos comerciales que han tenido gran acogida, como es el caso de la Nintendo Wii o la Xbox Kinect, ambos en el campo de los videojuegos. Paralelamente, el campo de la neurociencia ha dado grandes pasos desde mediados del siglo pasado. Aún habiendo muchos interrogantes sobre el funcionamiento del cerebro, lo cierto es que somos capaces de medir e interpretar la respuesta a ciertos estímulos externos, así como, qué zonas del cerebro se activan según la actividad que se esté realizando. Dicho conocimiento es suficiente para realizar interfaces cerebro-máquina (bci – brain computer interface). Hasta hace relativamente poco tiempo, la medición de dichas señales estaba confinada a entornos de laboratorio ya que la instrumentación necesaria era muy sofiscada. Sin embargo, en los últimos dos años han aparecido en el mercado dispositivos BCI portátiles y de bajo coste, que pueden suponer el impulso definitivo para la extensión de esta tecnología.
Actualmente, existen varios campos de aplicación para BCI: • interfaces para personas con discapacidad severa; • videojuegos; • sistemas de recomendación; • rehabilitación
La base de los sistemas BCI está en la medición de las señales cerebrales que, por su naturaleza se agrupan en: • Activas, aquellas que el usuario es capaz de generar conscientemente • Reactivas, aquellas evocadas tras la presentación de un estímulo externo • Pasivas, como la «emoción», «concentración», «tristeza», etc.
De entre las primeras cabe destacar aquellas que se engloban bajo el nombre de motor-imagery. Son aquellas que se generan cuando se visualiza mentalmente un movimiento físico. Se suelen usar para «grabar comandos» o, lo que es lo mismo, asociar acciones a pensamientos: imaginar movimiento mano derecha puede significar girar a la derecha, etc. De las señales reactivas, conocidas como «potenciales evocados» destacan el P300 y el SSVEP. P300 es un potencial positivo que surge a los 300 ms de que un elemento nuevo se introduzca en una escena estática. Por su parte, SSVEP, o potencial evocado de estado estable es una señal cuya frecuencia es la misma que la del estímulo que la generó. Su utilización es la siguiente: presentar al individuo una serie de estímulos visuales, cada uno parpadeando a distintas frecuencas; el sujeto presta atención a uno de ellos; la señal evocada en el cerebro tiene la misma frecuencia que la que él «seleccionó».